
Uno miraba al otro en silencio. Estaban escondidos detrás de un basurero, planificando, pensando, agarrando valor. Parecía que ninguno iba a decir una palabra o hacer un sonido, pero no tenían que hacerlo, se conocían lo suficiente como para saber lo que pensaba el otro.
El silencio de la noche era terrible y como no había nadie en las calles, lo único que se escuchaba era “Jesus When it Rains” de Austin Prince, que sonaba desde un balcón. Ahí, sentado en un taburete de madera frente a una mesita de plástico y con un Merlot en su mano, se encontraba un joven colocho, medio larguirucho, pero con una expresión tierna en la cara brindando al aire. Del otro lado, justamente en la calle opuesta, brindaba, también, una joven con pelo en forma de hongo y frenillos.
La escena era muy tierna, pero eso no les interesaba a los dos amigos, que, con sus antifaces puestos, planeaban su próximo robo.
A ellos no les interesaba la pandemia ni mucho menos el hecho de quedarse en casa, ya que no tenían casa. Su casa, se las habían arrebatado y los habían sacado de ahí rápidamente, tal vez porque molestaban mucho a los visitantes y vecinos de la zona.
El más alto se llamaba Marv, el más pequeño y algo redondito, Harry. Bueno esos no eran sus nombres, pero los apodos que les habían puesto. Estos apodos se los puso un niño cuando los vio robarse el reloj de su papá. El niño dijo que la escena le había acordado a la película “Mi pobre Angelito”.
Marv estaba decidido a hacer el primer movimiento, pero Harry seguía analizando por donde iban a subir. Al no haber nadie en las calles era más fácil que los vieran y digamos que nuestros ladrones al igual que los de la película eran algo miedosos.
Eso si de torpes no tenían nada y eran muy ágiles. De un salto Marv y Harry se treparon en un árbol, que se encontraba recostado sobre el edificio. Los dos forajidos subieron sin dificultades hasta la copa del árbol. Parecían artistas haciendo un espectáculo para nadie, pero la verdad es que el hambre los había impulsado a hacer cosas que iban en contra de todo lo que conocían.Los dos compañeros se encontraban ya en las escaleras de emergencia, caminando lentamente hacia el apartamento donde el joven colocho ya estaba sintiendo los efectos de su segunda copa de vino.
Lentos pero confiados de su técnica, los dos ladrones subieron lentamente el edificio hasta encontrase en el piso del joven enamorado que disfrutaba de su fondue casero.
Cuando el joven le hizo seña a su enamorada que le faltaba pan, los dos ladrones se pusieron de puntillas ya que sabían que este era su momento.
El joven entró al apartamento, los ladrones saltaron sobre la pequeña mesa de plástico. Marv metió su mano en olla, quemándose con el queso caliente mientras Harry se comía las uvas que estaban en la otra esquina de la mesa.
Al ver esta situación, la chica del balcón dejo escapar un grito, pero luego comenzó a reírse en voz alta mientras sacaba su celular para grabar lo que estaba sucediendo. Cuando el joven regresó triunfante para seguir su cita romántica, al hacerlo, este casi se escapo a caer de lo asustado y asombrado que estaba. Sin dudarlo, les entregó el pan baguette a los ladrones, estos agradecidos con el gesto lo tomaron y se fueron de donde vinieron.
Esa noche, la chica subió el vídeo a Instagram, en la descripción del vídeo se leía lo siguiente: Nosotros somos el virus, la naturaleza ha por fin reclamado la tierra. Miren a estos dos Mapaches disfrutando de nuestra cena romántica.

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