De Huizúcar a los Planes de Renderos, uno casi siempre encuentra calles poco iluminadas y llenas de neblina. Ese miércoles no iba a ser diferente, cada curva parecía la última por la neblina que cubría el asfalto. Sin embargo, esa noche la neblina no solo cubría el camino, sino que también cubría mi mente, mis pensamientos y mi futuro. 

La semana pasada todo había cambiado y esa noche, cuando me subí al carro, sabía que iba en dirección a terminarlo todo. 7 días atrás había recibido una noticia de esas que recibes una vez en la vida: él estaba vivo y me pedía volver a darle un chance. 

Cuando uno mata algo lo hace porque tiene un motivo detrás, rara vez nos encontramos con esas ganas de asesinar algo sin razón alguna, si alguna vez se sienten así, pues permítanme presentarles algo llamado terapia. 7 días desde que me dieron la noticia que seguía vivo, 6 días desde que me vi al espejo y me dije a mi mismo: “mi mismo es tiempo de hacer lo correcto y darle una voz a los que se quedan sin voz.”

Darle voz a algo que está muerto es mantener su memoria viva. Lo problemático es que si el muerto sos vos mismo le estás dando otra oportunidad a un “tú pasado”. Lo había estado esperando… Un llamado, una picazón, un sueño de esos que no recuerdas en la mañana, pero sabes qué fue importante. 

Las ganas de escribir pueden morir, pero estás nunca se van y que me alegra que regresen porque sé que todos merecen verlas, escucharlas o leerlas. 

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