Parte 1.
Debería haber sido despertado a las 7, duchado a las 8 y estar listo frente a su PC a las 9,listo para trabajar. La vida nunca va realmente según lo planeado, y para Miguel siempre fue así. Ese día, todavía estaba en la cama cuando su jefe lo llamó y le preguntó dónde estaba, Miguel se acomodó la garganta y comenzó a contarle a su jefe los extraños sucesos ocurridos la noche anterior: cómo despertó con una respiración pesada a sus espaldas, cómo estaba cubierto de sudor, como eran las 3 de la mañana, y como se levantó, tomó una ducha, bebió algo y se recostó en su cama.
“¿Qué pasa, Miguel?”, preguntó su jefe.
“No tengo idea”, dijo Miguel.
“¿Creés que esa es una buena respuesta para mantener tu trabajo?”, preguntó su jefe.
“Bueno, también podría terminar mi carrera, mi vida y mi futuro aquí, porque este trabajo es lo único que tengo en este momento”, respondió Miguel, con una pequeña cantidad de miedo e ira. “Me tengo que ir, vuelvo mañana, por favor, le explicaré todo”.
Miguel trató de comunicarse con su novia, pero la llamada fue directamente al correo de voz. Estaba desesperado, quería entender dónde estaba o por qué estaba pasando esto. Miguel había dejado su trabajo la semana pasada. No recuerda qué pasó después de ese día, y cuando se despertó anoche, el único detalle que no le contó a su jefe fue que encontró un diario quemado y una llave. Miguel sintió que tenía un socio en todo el asunto, y estaba tan lejos de su realidad que no podía decírselo a nadie. Ese día, se quedó en la casa tratando de juntar papeles quemados, sabiendo que sus acciones no lograrían nada. Se acostó sabiendo que al día siguiente su “jefe” lo llamará, por lo que decidió apagar su teléfono.
Como el día siguiente casi había pasado, Miguel sintió que había alguien justo detrás de él y que lo miraban fijamente esperando algo, ¿el qué? Miguel no sabía, pero creía que lo iba a saber próximamente. A media noche, Miguel, sin poder dormir, se encontraba en su carro. Miguel siguió manejando, y notó que había perdido la audición en un oído, y sintió un dolor agudo en la cabeza. Miguel tuvo una sensación muy rara, una presión extraña, como si fuera a vomitar, y no sabía por qué. Pensó que si perdía la audición, sería mejor que girara y encontrara un lugar tranquilo para estacionar. Cuando estacionó sintió algo en su bolsillo, sacó la llave de su bolsillo, estaba confundido por esto. No agarró la llave antes de irse, había salido de casa para intentar tomar aire fresco después de que la llamada a su novia se estropeara muy rápido. Ella tampoco entendía lo que estaba pasando, no porque estuviera viviendo algo similar, sino porque ella pensaba que Miguel acababa de comerse algún tipo de droga alucinógena. Miguel decidió irse a su casa y para su sorpresa, cuando llegó la llave, ya no estaba en su bolsillo sino encima de su mesa de café, lo que lo puso más nervioso. Había sido un día largo y lo único que quedaba era la cena.
Esa cena sería la última cena “normal de Miguel”. Miguel agarró la llave y acercó al diario quemado, o al menos lo que quedaba del ahora calcinado rectángulo de páginas. Miguel comenzó a destrozar las páginas entre sus dedos hasta que sus manos quedaron manchadas de negro. Tal y como lo había supuesto o soñado Miguel, en el corazón del diario había una caja. Una pequeña caja color plateada.
Al meter la llave en la caja plateada, dos cosas pasaron, la primera, un estruendo se escuchó por toda la casa, la segunda, Miguel desapareció.

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