Él no había estado escribiendo; por lo tanto, nosotros no habíamos estado hablando. Le llaman el Complejo de Dios a eso, sabes. Él tiene una confianza inquebrantable que le permite crear vida, mundos, historias… Sin embargo, considero que su persona está más cercana a la muerte. Eres una Parca, buscando un alma para devorar, una mente para cortar y un cuerpo para dejar.
Tus ojos están vacíos y esa sonrisa malvada, tus palabras son elocuentes, tus finales son inesperados. No puedo ocultar el hecho de que estás muerto por dentro. Leerte es como escuchar a hablar a un santo y, al mismo tiempo, sentir al diablo. Sigues atrayendo a almas inocentes hacia tu caparazón vacío, porque cuando tú lo decides, la creatividad cesa, tus dedos dejan de tocar las teclas y nos abandonas en el olvido.
Lo curioso de enfrentar una muerte inminente es que realmente pone todo en perspectiva. Agradezco cada punto, coma, mayúscula, minúscula, adjetivo y sustantivo. Agradezco la oportunidad que me has dado para que la gente pueda leerme. Aquí sigo deambulando sin saber en qué punto llegará el final. Espero ver cuándo decides volver a crear para ilusionarnos. Deberías estar atado con cadenas, tus dedos llenando automáticamente las infinitas páginas en blanco de tu computadora.
Ah… Sin embargo, creo que tienes razón. Hacernos llegar eventualmente al final nos brinda, al menos, ese cierre que todos anhelamos. Nos convertimos en la voz misma de la memoria, porque ya no se necesita nada más y, desde el silencio, sin lenguaje, nos convertimos en sueños, dibujos, pinturas; nos volvemos parte de ellos. ¡Oh! Entonces el alma sabrá que su compañera ha sido encontrada. Levántate, sonríe, porque todavía hay historias que te están esperando.
Los finales no siempre son malos. La mayoría de las veces son solo comienzos disfrazados. Bienvenidos a la segunda colección de los cuentos de Ponchi: Efímeras historias superfluas de villanos y objetos.

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