Esta historia como las otras en esta colección habla sobre villanos pero no todo es malo cuando hay arte y amor de por medio.
Hace miles de año, en una cabaña a las afueras de una gran ciudad, vivía una pareja, Elián y Elora. Los dos eran felices pero Elián pasaba las noches tratando de hacerlas más largas. Elián se quedaba contando ovejas, contando gallinas, vacas, lo que fuera para mantenerse despierto.
Elián no quería contar ovejas, él realmente andaba buscando una solución para la tristeza que ocultaba su mujer. Una tristeza que había comenzado el día en el que ella decidió soñar.
Elora siempre había soñado con ser hija Atenea, ella siempre había tenido aires de grandeza que la sacarían de su vida “normal” y la llevaran a través del mundo. Elora veía, hasta en lo más mundano, arte. En lo más típico, una oportunidad para ella poner un poco de su arte.
Un día, mientras ella y Elián estaban alimentando a los cerdos, Elora comenzó a ver, en las manchas de su vestido, patrones que le iluminaron algo dentro de ella. Elora frente al espanto de su esposo se arrancó parte del vestido y puso la tela en el suelo. Elián solo podía sonreír al ver a su mujer tan feliz haciendo algo tan diferente. Con sus dedos Elora comenzó a hacer arboles y casitas, dibujando una paisaje hermoso.
Esa noche Elora no paraba de hablar de su arte. Elían conmovido, decidió sorprender a su esposa. Esa madrugada, mientras Elora dormía, Elián recogió la tela que su esposa había dejado secando dentro de la casa y le creo un marco de madera y haciéndole unos hoyos logro amarrar cada esquina de la tela creando cuadro. La tela cómo lienzo enmarcado en madera terminó siendo montada en la sala de la casa. Esa mañana, Elora lloró de la felicidad.
Los días siguientes, Elora manufactura más telas con vestidos y camisetas viejas, su esposo creó los marcos y decidieron llevarlos a la gran ciudad con la ayuda de su caballo. La pareja llegó al centro de la ciudad, pusieron sus cuadros, rectangulares, círculos y triángulos de tela enmarcados con madera en el suelo y los ofrecían a las personas que caminaban por la plaza.
Después de un rato, algunas personas se acercaron pero en vez de ver la belleza de las piezas, las observaban sin la magia o destello de los ojos de Elora. Veían las “piezas” como simples telas manchadas lo cual generaba un repudio por Elora y su esposo, el repudio era tan grande que los obligaron a abandonar la plaza.
Al regresar a casa, Elora hacía sus quehaceres sin queja alguna pero hacía falta algo, el brillo de sus ojos y la sonrisa que decoraba la comisura de sus labios había desaparecido. Elián entonces decidió que él pensaría todos los días en una solución alguna manera de ayudar a su esposa a retomar esa alegría perdida.
Una noche, Elían se dió cuenta que ya no tenía nada más que contar, había contado arboles, animales, las piezas de arte, los ladrillos de la casa, hasta había contado cuanta viruta de paja tenía el techo de su morada, todo lo que había en esta tierra…por eso Elián levantó la mirada y observaba las estrellas. Cada día, esperaba esa primera estrella, se emocionaba con la osa mayor y la menor, las contaba pensando que en algún momento, las estrellas le darían la repuesta.
Una noche, tras haber contado al menos 4000 estrella a Elián se le apareció Morfeo. Morfeo le pidió a Elián que durmiera, explicándole que si Elián no dormía él no podía ayudarlo con sus deseos. Elián enojado le replicó que su esposa dormía todas las noches y que sus deseos nunca se cumplían, Elián estaba convencido que la respuesta estaba en estar despierto y no en dormir y dejar todo en mano de los Dioses. Morfeo comenzó a enojarse y le advirtió a Elián que si su deseo era ver la luz, él tendría que quitarle un deseo. Elián, testarudo decidió quedarse esa noche viendo las estrellas contando cada una de ellas hasta que contó la ultima luz: La más brillante de todas, el sol.
Elián quedó ciego por el destello y por desafiar a los dioses Elián ya no ve la tristeza de su esposa pero perdió su deseo de ver su belleza cada día. Elián ya no cuenta estrellas y su esposa sigue pintando. Elora le cuenta a Elián cada cuadro nuevo, describiendo cada uno de los hermosos paisajes que ella decide plasmar en sus telas. Elián se va a dormir con una sonrisa porque en sus sueños alcanza a ver a su esposa feliz con su arte.

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