El planeta Tierra se irá a la mierda cuando falte agua, pero mientras tanto, una de las crisis más grandes es la falta de café en las oficinas.

¿Se imaginan tener que manejar en el tráfico durante unos 20 minutos en un país donde todo el mundo parece manejar con el culo? Bajarse a una jungla con paletas grises, escuchar una cantidad de problemas que hay por resolver. Gente que te dice que necesitan tu ayuda, pero la verdad es que lo que quieren es que tú tengas la responsabilidad que ellos tenían antes. Todo eso es normal, todo parte del maravilloso mundo laboral. Sin embargo, sin café, esto se vuelve más difícil.

Así que, puedo decir con confianza, que en LA OFICINA, el café es vital para el alma. Ojo, no es cualquier tipo, es un café que te insulta si una clase económica que no puede costearse la máquina donde está hecho, pero que al mismo tiempo no le llega a los talones a un café hermosamente preparado en casa y, lo más probable, con un mejor método.

Por eso, la distribución de café funciona de la siguiente manera. Sirve estar escuchando a Ryo Fukui de fondo para poder imaginarse esta escena surreal que ocurría cada mañana. Como gambas lysmata, ya saben esos camarones limpiadores como el que sale en “Buscando a Nemo”, las señoritas y señoritos de limpieza hacían sus rondas bien temprano, antes de que los demás llegasen, y ellas, de manera ordenada y rutinaria, limpiaban y botaban a la basura las latas de gaseosa, las palomitas cuando había habido alguna celebración el día anterior.

Su primera labor era la limpieza, la segunda era ser invisibles. Su mano invisible era la que nos permitía venir a trabajar a un lugar que no se viera como un chiquero, pero además, y más importante, eran los responsables de que siempre hubiese oro negro líquido listo para nuestro consumo.

Como si fuera un estado soviético, la mayoría de nosotros hacíamos cola desde las 9:30-10:00 para poder despabilarnos y trabajar como se esperaba. Sin embargo, esa mañana, por alguna razón, a las 6:30 estaba maullándole a mi gato los buenos días, a las 7:30 estaba terminando mi desayuno de pancakes y banano y a las 8:30 me encontraba en lo que una vez fue un cubículo tratando de comenzar mi día de la mejor manera posible.

LA OFICINA estaba en silencio y mi cerebro también. Parecía que iba a ser un miércoles típico, pero había algo diferente este día, había al menos 8 personajes desconocidos para este piso. No tuve que verlos por más de dos minutos para entender lo que estaba pasando. Estaban robando café de una zona que no era la suya. Después de un momento en silencio, me hice el suizo, entendía que si alguien se enteraba de esto podría causar una guerra. Ellos lo sabían también, era traición de la más alta. Los 8 personajes comenzaron a confinar entre ellos un plan y finalmente una de ellas me vio y me dijo: “Tú no has visto nada.” Yo hice señal de que mis labios estaban cerrados. Ellos siguieron con su misión y se retiraron. Me levanté, me acerqué a la canasta donde están las cápsulas de Nespresso y tomé mi café americano.

Mientras comenzaron a llegar los demás, primero hubo cierta sorpresa por ver tan pocos cafés, pero luego uno podía ver el pánico en sus caras. Comenzaron como ardillas a recoger sus cápsulas y guardarlas para más tarde. Si Morfeo los visitase, tenían que estar listos y así fue como el café se agotó. Por la tarde volvieron a poner más café que no duró ni 15 minutos en la canasta y la vida continuó.

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