El café se encontraba en medio de una de las calles más transitadas de la ciudad.
Al entrar, el lugar estaba prácticamente vacío, alguna que otra butaca ocupada por una persona que quería estar sola.
Un santuario, pacífico, en medio de los que tenían que llegar a tiempo a otro lugar, de esos que no tienen tiempo, pero nunca se dan el tiempo de tenerlo y de los que nadie los esperaba en otro lugar, entonces aprovechaban su momento.
Sin embargo, el drive-through estaba inundado, por lo que la tranquilidad del café solo era una apariencia para sus clientes… pero no para sus residentes que tenían que balancear las necesidades de los que se quedaban, pero también de los que solo estaban de pasada.
En uno de los asientos, de esos que tienen conexión, me encontraba yo. Así como el café donde me encontraba, yo también estaba tratando de hacer que todo fluyera, de crear esa falsa apariencia de tranquilidad mientras el caos de mi cabeza producía mil y un escenarios y mil y una historias.
Uno podía suponer que algo extraño estaba pasando. Solo había que fijarse mejor, la vida está llena de esos momentos donde solo falta mirar bien para entender que hay significados que van más allá de nuestra vista.
Había pedido el clásico Coldbrew para llenar de cafeína mi cuerpo y para mi estómago había pedido un croissant porque la noche anterior había visto un TikTok donde las personas pronunciaban erróneamente la palabra croissant, pero también porque era lo más barato del menú. Me habían dado el croissant au chocolat con solo un tenedor. Lo habían calentado, recién horneado, sentía que se habían preocupado. A pesar del caos de la clientela vehicular, me sentía escuchado, pero eso no quitaba que solo tenía un tenedor para enfrentarme al croissant.
No quería levantarme y pedir un cuchillo, pero al mismo tiempo mi duelo de miradas contra el croissant tenía que llegar a algún lugar. Frente a mí una chica, Jime, con jota, porque su botella así lo dictaba, me veía, pero sin hacer contacto visual, tal vez interesada por alguna razón que mi cuerpo posiblemente entendía, pero no quería admitir, tal vez interesada en mi duelo contra los modales de comida o simplemente me veía porque estaba aburrida de su arduo trabajo matutino.
Regresando al tema de importancia, el Croissant: un croissant es un producto de panadería laminado, leudado con levadura, que contiene capas de masa/grasa laminada para crear una textura hojaldrada y crujiente. El mío relleno de chocolate provocaba igualmente un problema más grande. Si decidía tomar los asuntos en mis propias manos, estaba seguro de que me iba a untar las manos, lo que iba a provocar que untara mi computadora, lo que generaría que no pudiese terminar de escribir, de escribir escenarios sin sentido, lo que me llevaría a perder la cabeza. No podía arriesgarme, eso estaba claro. Tenía que usar el tenedor, ¿Para qué? Para destrozarle una esquina y comenzar a comérmelo de una punta hacia la otra atravesando su interior. El duelo entre mi persona y el croissant continuaba lentamente mientras otro comenzaba: la hoja en blanco asechaba.
Y esta encrucijada era la solución, tal vez tenía que dejar morir el croissant, aunque eso implicará que esta historia terminaría y mi cabeza haría paso a la realidad. Me comí el croissant, con mis manos, con ayuda de una servilleta y con el tenedor. La historia terminó la hoja en blanco, por un momento se llenó de palabras, pero yo seguiría tratando de llenarla de historias, escenarios y voces para seguir teniendo paz como un café en medio de una ciudad.

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